jueves, 11 de septiembre de 2014

Musas de lactancia






Me desperté de un lindo sueño, cuando sentí mis besos en tu piel, al alba de un cielo de luna estelar. Un manto de alegría que tapaba tu adormecido cuerpo. Que bello perderme en esa dulce mirada. Perfume sublime envuelta en tu calor. Eres mi luz, mi magia, mi aire, mi sol, mi todo. Dulce lucero de mi vida. Mágica luz que hipnotiza todo mi ser. 

Inexplicable sensación que me hace sentirme infinitamente grande y poderosa como la diosa Rumina, protectora de este arte de amamantar. 

Saboreo cada instante a tu lado y vuelvo a enamorarme cada vez que te miro. Hermosa y perfecta de admirar. 

Descubro la alegría de mis mejores despertares. Te abres camino entre las sábanas y a tientas en la noche buscas el sabor desnudo de mi piel hasta llegar a tu fuente de vida; dulce néctar que brota como lava de volcán nada más oler tu pequeño ser. Tu aroma me hace vivir. 

Saciada y plena te acurrucas y te duermes en mi pecho. Oigo tu respiración, al compás de tu bella nana; el latido de un corazón que acompaña y vela tus sueños como un águila. 

No existe nada más. Me entrego, y te entregas. Mi vida, mi tiempo y mi espacio te pertenecen para el resto de mis días. Has llenado mi vida con ese poquito de algo que me hace sentirme tan inmensa. Se me llena el pecho nuevamente esperando recibirte una vez más para ofrecerte mucho más que un simple alimento; todo mi amor, cariño, respeto, ternura.

Te miro y me miras, nuestros ojos se buscan y enlazan. Unión perfecta pintada en un lienzo de amor. Arco iris de colores perfectos. Quiero esculpir este momento gozoso de tu amor. Dejare correr una lagrima, extenderé una sonrisa, que refleja nuestros sentimientos, tal y como son, viven y habitan en nuestro pecho.

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